Tres clichés y una verdad sobre las directoras de comunicación

Tres clichés y una verdad sobre las directoras de comunicación

Agencia comma

Antes de verano fui a ver la película Money Monster, dirigida por Jodie Foster. Aunque conozco gente a la que le ha parecido un aburrimiento de historia poco creíble, a mí me gustó. No soy una gran cinéfila así que no puedo asegurar que sea una gran cinta, pero sí me llamó la atención un personaje que nos toca de lleno a la gente de la comunicación pero que muy posiblemente pasara desapercibido para el gran público.

Se trata de la Directora de Comunicación de la empresa financiera protagonista Diane Lester, papel representado por la actriz Caitriona Balfe (Outlander). Como cualquier otro/a director/a de comunicación, intenta buscar razones y dar explicaciones a los públicos de la entidad directamente afectados por el asunto central de la película. Cuando Diane pide explicaciones dentro de su propia organización, nadie está dispuesto a dárselas. Y eso nos lleva a nuestro primer cliché: “Tú no eres nadie”. Cuando Diane decide que alguien tiene que dar la cara y que va a ser ella, los directivos de la compañía intentan impedírselo agresivamente y en un momento dado uno de ellos le dice que ella no puede hacer eso porque, simple y llanamente ella no es nadie en la compañía. Obviamente no se lo dice tan suavemente ni con estas palabras. Ella hace oídos sordos y comparece ante las cámaras con argumentos flojos y manidos que no convencen a nadie, especialmente a Patty Fenn, la realizadora del programa de televisión (Julia Roberts).

Después de dar la cara ante las cámaras de todas las televisiones del país y virtualmente partírsela, Diane regresa a su compañía dispuesta a saber qué es exactamente lo que ha pasado, obviando, claro está, a los directivos tan majetes.

La productora del programa, después de escucharla, la llama y le dice que vaya una basura lo que ha contado y que si se cree que la gente es estúpida. Segundo cliché: “Declaraciones vacías”.  Diane le dice que esté tranquila, que necesitaba salir del paso y, como en muchas organizaciones no le quieren contar nada (ocultar información a los responsables de comunicación bien podría ser otro cliché), pero que ella se siente en la obligación de dar la cara, y que no va parar hasta saber exactamente qué es lo que ha pasado. Patty no está segura de si puede o no confiar en ella, pero le da un voto de confianza. Hay quien en este incipiente comadreo detecta el poder de las mujeres que asumen su responsabilidad e intentan arreglar los marrones causados por los hombres. Ahí lo dejo.

El malo malísimo, el presidente de la corporación financiera que ha creado la gran estafa, está ilocalizable durante bastante tiempo, pero aparece de pronto como si no hubiera pasado nada o nada especialmente grave. Todo guapo, elegante, sugerente… Y, ¡oh! casualidades de la vida… ¿A qué no saben con quién tiene un romance el presidente de la compañía? ¡¡Si!! Con la directora de comunicación. Tercer cliché: Si estás en ese puesto así (en el que no eres nadie) siendo mujer es porque se la “x” al presidente. (No quiero resultar grotesca así que en la “x” podéis poner lo que cada uno/a estime oportuno. Hay gran variedad de opciones) Pongámoslo entonces, para resumir: condicionamiento sexual.

Así pues, las directoras de comunicación no somos nadie en las compañías, sólo hacemos declaraciones vacías y si tenemos ese puesto es por los favores sexuales que hacemos a nuestros directivos. Bonito panorama, ¿eh?

Pero bueno, no todo puede ser tan triste. Después de los 3 (+1) clichés nos queda hablar de la verdad. A pesar de ser mujer, de ser la amante del presidente y de no pintar nada, Diane se las arreglar para buscar (como buena periodista) la información, los datos, los hechos… allá donde sea necesario para descubrir finalmente qué es exactamente lo que ha pasado. Y lo descubre. Y aquí viene la verdad: ella es la que lo cuenta todo. Por lo tanto, tiene poder, mucho poder, el poder del conocimiento, del sentido común, de la coherencia… y de la decisión de hacer y, por lo tanto, de cambiar realidades.

 

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