Los analfabetos comunicativos

Silvia Albert

Recientemente, el director de comunicación de uno de los grandes bancos del mundo tiraba definitivamente la toalla después de esperar año y medio a que su organización le considerara digno de ser miembro del Comité de Dirección, a pesar de tener la promesa desde su sonoro fichaje. No es un caso aislado. Otra de las grandes de la bolsa española acaba de añadir la dirección de marketing a la de comunicación, pero le cierra las puertas del Comité a su responsable. Esto se torna impensable si, además de dircom, eres mujer. Despídete.

A pesar del paso del tiempo y las experiencias acumuladas por la práctica con resultados más que claros, seguimos lidiando con la extensa creencia de que la comunicación es una varita mágica que con dos toques sencillos resolverá todos los problemas en los que nos encontremos inmersos.

La comunicación, como en la pareja, mejora las cosas, pero no hace milagros. Soy de las que siguen creyendo que un MBA sin formación en comunicación es el gran fallo de la formación directiva, porque nos encontramos con grandes directivos analfabetos comunicativos, algo que no sólo daña a la empresa o la organización sino también a los profesionales de la comunicación, batuqueados hasta la extenuación en los intentos por hacerse ver y oír.

Sin poder pero con gran responsabilidad, la comunicación es aquel espacio en el que toda la organización se asoma para, generalmente, gritar: “que paren las máquinas” que no quiero que hablen de mí. O “que hablen de mi” porque yo lo valgo. Y más ahora, con el mundo social abierto de par en par, y muchos intentando controlar las corrientes de aire que se cuelan por todas partes. Olvídate de poner puertas al campo. Se acabó.

Desde esta ventana hemos contado muchas veces qué es la comunicación y qué no es. Hay mucha literatura sobre ello y muchos casos que han demostrado una y otra vez, qué se debe hacer, qué no se debe hacer, cómo funciona esta maquinaria y qué coste -económico, profesional, personal – tiene. Existen teorías (que pocas veces se cumplen), recomendaciones (que pocas veces se siguen) y errores garrafales (que casi siempre se repiten). Así que quien no sepa es porque simplemente no quiere saber, así de sencillo.

El tiempo corre que se las pela y los profesionales de la comunicación ya dejamos hace bastante tiempo de ser sólo responsables de prensa, que también, y volamos a cubrir necesidades mucho más amplias y conectadas entre sí. El mundo de la información ha cambiado. Y nosotros con él. Pero parece que la empresa se muestra remolona.

 

FOTO: elblogdenadie.com

 

 

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