Ética y estética de la comunicación corporativa

Ética y estética de la comunicación corporativa

Silvia Albert

Hoy nos gustaría plantear aquí una cuestión ética que está ya en boca de casi todos en el sector. Y lo haré con una fábula, el vehículo por el que la tradición oral transmitía de padres a hijos los valores que conformaban una civilización.

Cuenta la fábula que un rey andaba en paños menores porque le habían dicho que vestía con unas telas mágicas. Telas que solamente podrían ser vistas por personas con inteligencia extraordinaria. Nadie osaba decir que tales telas no existían, y menos poner en evidencia al rey por su desnudez. Hasta que un niño (¿kamikaze?) desenmascaró al público y señaló al rey desnudo muerto de risa. Su acto era un minúsculo grano de arena en la inmensidad de la playa, pero levantó una tormenta monumental.

¿Por qué traer a colación este relato moralizante para hablar de ética en la comunicación? ¿Por qué conviene releer la obra del Infante don Juan Manuel (de allá por 1330) en su obra El Conde Lucanor tan popularizada posteriormente por Hans Christian Andersen? Pues porque, de vez en cuando, viene bien hacer un poco de autoanálisis. Contemplar nuestra propia realidad, la realidad de los profesionales de la comunicación.

Hablemos de ética y, por qué no, también de estética

Me sorprendía recientemente un artículo publicado por Miguel Ángel Robles titulado “Premios: el deshonor de las relaciones públicas”. Señala el tránsito de las relaciones públicas desde “el lado oscuro” a las luces y focos como un error fundamental. Error que va en contra de la esencia básica de nuestro trabajo. No sé si es por el tema de los premios, a los que cada vez más agencias de comunicación concurren. O por el acomodo que hoy tiene la comunicación en el entorno publicitario. Por mucho que lo llamemos branded content, periodismo de marca, espacio patrocinado, mesa redonda o lo que sea (añado yo).

Pero no le duele en prendas en asegurar que estamos perdiendo nuestra esencia: También ese camino se ha desandado y hoy la etiqueta de la comunicación (la denominación europea de las relaciones públicas) se utiliza para designar espacios comprados o campañas abundantemente regadas con inversión publicitaria. Es el eufemísticamente llamado branded content. Si los premios a las relaciones públicas son la deshonra de esta profesión, cuando las campañas reconocidas son tan pagadas como la publicidad, entonces adquieren la dimensión de auténtico bochorno”.

A qué estamos jugando

Me pareció valiente el compañero Miguel Ángel. Se convirtió de pronto y ante mis ojos en el niño kamikaze que señala con el dedo al rey desnudo y muestra una verdad bastante obvia, negada por la mayoría a pesar de las evidencias. Todos sabemos a qué estamos jugando, ¿o no? ¿A dónde queremos llegar? ¿Creamos reglas para luego saltárnoslas?

Me surgen muchas preguntas al respecto y me encuentro con que yo misma, y mi propio equipo, divagamos perdidos por este campo sembrado de minas.

Por desgracia, faltan niños kamikazes que señalen con el dedo la verdad incómoda. Ver a la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) defender un Código Deontológico aprobado en la Asamblea General ¡de 1993! (¡anda que no ha llovido desde entonces!) con el panorama periodístico que tenemos actualmente y en el que se han violado o saltado, si no todos, casi todos los epígrafes, es, cuando menos, indolente. Cuando más, irresponsable e incluso, me atrevería a decir, hipócrita.

En esta misma línea, publicó hace unas semana José Antonio Llorente en Linkedin un post sobre ética de los comunicadores. El post hacía referencia a los 16 principios éticos aprobados por la Global Alliance for Public Relations and Communication Management, cuyo presidente es el español José Manuel Velasco. Se supone que esos 16 puntos son los principios que deben guiar nuestra profesión. Nuestro juramento hipocrático.

 

La ética de «si pagas, sales»

“De la misma forma que las empresas suministradoras de agua tienen que velar por la calidad del líquido elemento (la garantía de suministro y su salubridad), los comunicadores tenemos la responsabilidad de velar por la calidad de las conversaciones que todo tipo de organizaciones, desde las instituciones hasta las empresas, mantienen con sus grupos de interés. Utilizando el paralelismo de las suministradoras de agua, la garantía de suministro equivaldría a la creación de espacios seguros para el diálogo; y la salubridad, a la credibilidad de los contenidos que generamos para alimentar tales conversaciones”, afirma Llorente.

A raíz de esta entrada, intenté abrir un debate en LinkedIn, pero me quedé sola en mi berrinche.

Nuestro día a día se está convirtiendo, como apunta sigilosamente Robles, en algo muy fácil: si pagas, sales. ¿Qué hay entonces de los principios deontológicos, de la ética profesional? ¿De las murallas chinas? Si no es periodismo, ¿qué es? Si no es comunicación ¿qué es? Podéis matarme por ello, pero compañeros, compañeras, empiezo a pensar que el aparente debate sobre la ética en nuestro sector es simple y llanamente una falacia. ¿Es esto realmente lo que buscan las marcas a las que asesoramos? ¿En qué se está convirtiendo nuestro trabajo?

 

 

 

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4 comentarios

  1. Situar la ética en el centro del debate acerca del camino que debe seguir nuestra profesión siempre es positivo, incluso si sirve para reconocer nuestra propia hipocresía.

  2. Totalmente de acuerdo, José Manuel. No deberíamos ser tan timoratos a la hora de cuestionarnos. Eso nos hará crecer y evolucionar, sin duda. Gracias por tu aportación, como siempre tan acertada.

  3. Queridos Silvia, José Manuel: Suscribo todo lo escrito y comentado. También tendremos que preguntarnos sin personalmente, en nuestras propias empresas, practicamos todos los días un comportamiento ético interno. Si no presumimos de lo que carecemos. El ejemplo es esencial. Abrazos y muchas gracias por la reflexión. Sigamos luchando por la profesión en esa línea, dura de entender en los tiempos que corren, pero es la que nos mantendrá solventes en el futuro.

    1. Totalmente de acuerdo, Álvaro. En nuestra empresa creemos que no podemos asesorar en ciertos aspectos a nuestros clientes si nosotros no somos capaces de hacerlo internamente. En estos tiempos, más que nunca, debe existir una enorme coherencia entre los que decimos y hacemos. Gracias por tu aportación y por seguirnos.

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